Viajando por las ciudades de este mundo en un ajetreado aeropuerto me encontré con la autora de ese libro tan a la moda el cual detesto tanto. Su libro, que considero un plagio de “Los Viajes de Gulliver” cuando el personaje principal llega a liliput, tintes eróticos y feministas para atraer a las jóvenes adolescentes. Ya ha vendido varios miles de ejemplares con lo que la autora tiene la vida solucionada por algunos años.
En la imagen de esta mujer, forrada por la piel de un animal que murió para servirle de abrigo y contrastar con unos zapatos rojos que hacen juego con la joyería que le cuelga del gaznate que a su vez realzan el brillo de sus pómulos que ayudaban a sostener unos lujosos lentes obscuros, la suma de tan elegante vestimenta bastaría para alimentarme por un par de meses. Pero algo rompía la gracia de su conjunto, una horrible y gastada maleta roja, a la cual le faltaba un pedazo el cual fue parchado con un pedazo de bolsa. Era absurdamente pequeña, supuse que contrató a alguien para que cargara con toda su ropa, pero al ver que registro solo esa maleta como única carga mi curiosidad despertó.
Esa maletita roja, con tintes café por la suciedad, con ridículas rueditas que hacían parecer a quien la usara no solo infantil sino como un holgazán.
Me aproximo, hipócritamente la saludo, le regalo una falsa sonrisa, la felicito por el éxito de su historia, intento sacarle un poco de plática pero ella me dice que tiene que tomar su vuelo; por alguna extraña razón del destino tenemos el mismo rumbo.
Llegando a una nueva ciudad mi terquedad no le permite deshacerse de mi, la convenzo de que me conceda una entrevista. Cuando llegamos al hotel el cual parecía digno de hospedar a reyes con finas decoraciones, pero todo quebraba al entrar, parecía un lugar obscuro y solitario, como debió ser el Overlook para Jack.
Subimos unos cuantos pisos, dimos vuelta por algunos pasillos y llegamos a una habitación tan pequeña que solo contaba con una cama y un baño, lo cual es insólito pues pensé que se hospedaría en la suite mas costosa o algo que fuera con su estilo.
Me siento cansado en la cama, la cual tiene directamente enfrente al baño, con un espejo reflejando mi hipocresía, pues me recordaba que había llegado hasta ahí a base de mentiras. No pude soportar esa imagen de mi, le confieso que en realidad detesto sus obras y a ella no la respeto como escritora, su reacción fue inexpresiva, como si no me hubiera escuchado, creo que un lector menos no la hace menos rica o mas infeliz. Cuando al fin empieza a reaccionar comienza a desvestirse, pero no se me insinúa o por lo menos eso pienso yo pues si no amo la mente de una mujer, no amare su cuerpo.
Mete su lujoso vestido a la mochila junto con sus zapatos y la joyería, me impresiona que pese a ser una maleta tan pequeña no parece expandirse o llenarse.
La única razón por la cual la seguí es para preguntar sobre su maleta, todo en ella encaja, menos esa maleta. Los caros zapatos la hacen ver mas alta, ese vestido esconde el sobrepeso que ha ganado con su edad, los lentes cubren la asimetría de sus ojos, su cabello cubre sus sienes para esconder las arrugas, la joyería cubre sus intentos de cortarse las venas, todo encaja menos su entupida maleta.
La diré intento de Sherlock, usted tiene la razon, nadie nunca se detiene a pensar en mi, creen que tengo una vida alegre como los personajes de mis historias, es usted la primera persona que realmente me ha observado como soy y tiene el valor para decírmelo, así que se ha ganado una respuesta: Esta maleta contiene adentro a esos pequeños seres cuyas vidas relato en los libros que escribo, ellos han adoptado esta maleta como su hogar; a cambio de dejarlo vivir ahí me regalan lo que yo les pida, ahora mismo quiero una bufanda café tejida a mano, solo tengo que abrir la maleta, y sacar esta bufanda, tan fácil como desear algo. Ahora que ya sabe esto no crea que le diré el verdadero secreto, nunca lo confesare aun si me torturaran, pues el dolor ya no representa nada para mi y prefiero morir antes de pasar por esa vergüenza.
No hace falta ya deduje su obscuro secreto. Ciertamente da pena y aunque su maleta habitada por pigmeos es bastante interesante, ese secreto, ese perturbador secreto es realmente lamentable, así que me iré para que usted disfrute sola con sus secretos.
Cuando me retiraba dirigí una mirada discreta hacia atrás y la vi recostada en el suelo, llorando medio desnuda sollozando: ¡Por favor! No le digas a nadie… a nadie que yo he inventado a mi amante.